🤯 Hoy Facebook me recordó que hace 8 años compartí una publicación titulada “Lo que callan los godínez”… Ya saben, una de esas en las que se habla de las dificultades del día a día de un oficinista… resonaba tanto conmigo. Trabajaba en una empresa con un ambiente tóxico, asfixiante. Allí el crecimiento profesional era nulo. La personas que dirigían no tenían idea de liderazgo. Ni de empatía. Un año atrás, de un día a otro, mis actividades de desarrollo fueron reemplazadas por las de analista haciendo lo que menos me gusta: documentación.
🚩 Los días eran eternos: 10 horas de trabajo rodeados de +3 horas de tráfico. Desde luego, bajo la falacia del empleado de confianza al que no se le pagan horas extras, con coordinadores que no tenían ni idea de establecer límites y calcular correctamente los recursos necesarios para ejecutar los proyectos. Esas 10 horas frecuentemente subían a 12 y se complementaban con medio día extra el fin de semana, para que los proyectos salieran a duras penas, a tiempo. Ni mencionemos los viáticos y las condiciones en que esos viajes eran realizados.
💖 Recuerdo bien el día en que decidí que eso tenía que terminar. Fue un viernes, al iniciar el día. Tan pronto encendí la computadora del trabajo, comencé a llorar. Esa no era la forma en la que había soñado mi vida profesional. Mi alma pedía a gritos algo más. Al finalizar ese mes (20 días después de compartir esto), dejé atrás esa pesadilla.
🍀 De aquella experiencia, agradezco el poder ver con claridad lo que sí y lo que no quiero en mi vida. Y desde luego, las buenas amistades. Allí conocí a uno de esos amigos para conservar: una de las personas que más me conoce, que mejor me entiende y que más me ha apoyado.
🔥 8 años después, puedo decir que mi vida profesional dió un giro completo. Construí una realidad donde el horario en el que trabajo es flexible y puedo adaptarlo acorde a mis necesidades e incluso a mi estado de ánimo; en el que el 90% de mis actividades las realizo desde la oficina que tenemos en casa; en el que solo hago proyectos que constantemente me retan a crecer, usando solo lo mejor de mis habilidades y el conocimiento adquirido de mis múltiples intereses. En el que mi flujo creativo, simplemente, no se detiene.
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